De nubes y cartas de amor

En lo alto de mi armario hay una caja redonda con un estampado escocés bastante feo. Me la regaló mi hermano, llena de chuches, por algún cumpleaños que ya ni recuerdo.

Esa caja es mi túnel del tiempo. Y hoy he ido a darme un paseo por el pasado.

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Cartas que todavía huelen a hormona adolescente, artículos recortados («Diez maneras de saber si le gustas«); diarios DO NOT OPEN, poemas llenos de rimas consonantes (corazón-desazón) ; y por supuesto, fotos quitasueños, de esas que alguna amiga de tu infancia sube a Facebook y… te etiqueta!

#flequillosimposibles  #miraqueeramosfeas  #querecuerdos

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«Sí, me recuerda lo cabrona que eres. Eso me recuerda…»

El caso, es que me ha venido de cine el regodeo nostálgico.

He sacado tres conclusiones fundamentales:

UNO

¡La de tíos que me han podido gustar! Y cuando digo gustar, es un eufemismo, porque en mi diario pone claramente «lo amo a puro grito y en silencio». Sí ¿qué pasa? Era soy muy fan de la Jurado.

 DOS

Episodios que viví como un infierno insoportable de dolor y desamor, con la distancia de los años, me parecen bastante cómicos.

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TRES

Escribir. Escribir. Y escribir.

Eso es lo que no he parado de hacer además de enamorarme cada cuatro minutos.

Y francamente, a veces podía haber dejado el boli en paz, porque leer en voz alta algunos de esos poemas duele más que leer un «Haber, te cuento«.

 

Y digo yo, si aprender Historia Universal ayuda a evitar los errores del pasado, repasar la Historia Personal también debería ser una asignatura obligatoria.

Porque reconocer las propias pautas y patologías ayuda como pocas cosas en la vida a coger perspectiva. Nada suele tan trágico ni tan importante. Nada salvo la muerte, claro.

Qué se lo digan a Meredith Grey, que se le mueren todos y, de las siete, sólo le queda una vida.

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Esta mañana he visto en forma epistolar como en el espacio de un mes fui capaz de enamorarme, componer tres poemas, morir de dolor, llorar desconsoladamente y luego olvidar al tío en cuestión para seguir con mi vida. Veintidós años después ni me acuerdo de quién era el tal Clément Poch.

Me he quedado un rato divertida, pensando en ello y luego se me ha borrado la sonrisa de la cara.

¡Dios mío! Mis hijos no tendrán caja escocesa. No tendrán túnel del tiempo.

Porque ya no hay cartas, ni fotos descoloridas, ni recortarán tests absurdos de las revistas. Porque todo está en la NUBE y un día esa nube estará llena como una panza de burro y tendrá que descargar.

Y lloverán de ella gotas con todo nuestro rastro vital. Y desaparecerán nuestros amores y desamores sin pena ni gloria. ¡Puf!

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¡Qué tragedia!

La generación punto cero no tendrá recuerdos físicos para bajar de un armario cuando estén nostálgicos.

Eso sí que es triste y no mis desamores.

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